domingo, 7 de abril de 2013

Espantosas leyendas antiguas aún vigentes



Niñito Sollo

Cuentan que en una zona en la región montañosa existía, hace muchos años, un bosque muy espeso donde tenían su cueva unos malvados hombres.

Un día, pasó por las cercanías del bosque un matrimonio de lugareños que iban haciendo un largo viaje a pie, con pocas pertenencias y llevando consigo un bebé. El niñito era sollo, lo que en esta zona significa sin bautizar.

Repentinamente el matrimonio se topó con 25 asaltantes, los que sin oír las súplicas del matrimonio, acabaron con ellos de una manera muy brutal y extrema. En los últimos minutos la madre les había rogado por la vida del niño, pues era sollo, sin lograr conmoverlos. Al contrario, tomando uno de ellos al niño por las piernas lo chocó contra un árbol, hasta que se oyó un grito desgarrador, como un ¡ay! que exhaló el niño al morir.

Los malditos volvían al bosque del lado oeste de la Isla y cuando comenzaron a repartirse el botín, vieron aparecer entre las sombras de los árboles un enorme ave negra, un pájaro totalmente desconocido para ellos y nunca visto en la isla. Esta ave voló dibujando enormes círculos sobre sus cabezas, lanzó un grito que era como el de un ser humano, más precisamente como el ¡ay! desgarrador del niño, que repitió por tres veces ese ave negra.

Los malhechores quedaron paralizados de espanto sin atreverse a mover ni un dedo, siquiera a respirar. Y cuando atinaron a hacer algo, el pájaro ya se había esfumado.

Cuentan los pocos habitantes que quedaban en esta isla hasta hace 6 años que los bandidos ya no tuvieron paz: que a toda hora los perseguía el grito del niñito sollo. Y que, enloquecidos, fueron matándose uno tras otro, agotados por la sed, el hambre y los remordimientos perdieron todo control de sí mismos, y sólo se tapaban los oídos con sus manos para no oír el horrible grito del niñito sin bautismo al que habían matado junto con sus padres a sangre fría.
Sus cadáveres jamás fueron encontrados; nunca fueron llevados por barco alguno fuera de la Isla; sus pertenencias siguen ahí, enmohecidas por la herrumbre, en el lado opuesto donde se encuentra este parque.


La Luz Rencorosa

El interior de El Faro Rojo es muy bello en cuanto a paisajes y bellezas naturales, pero no tan bondadoso ha sido con el hombre que habita en esas soledades; en esa eterna quietud y paz, junto al eterno mar, el cerro, los bosques y el antiguo faro. Una soledad que a los escasos pobladores les alteraba el espíritu, infundía melancolía y terror. Está lleno el terreno, claro está, de supersticiones que mantienen inquieto al hombre y nunca logran establecerse familias que duren en este lugar.

La riqueza cultural de estos pobladores es muy curiosa; fusión de las antiguas culturas aborígenes, del cristianismo proveniente de barcos a vela con presidiarios y moribundos perdidos en medio del mar, y desventuras que en el marco geográfico se desarrollaron a través de años y años.

Entre las supersticiones y leyendas de la isla de El faro Rojo está la de “la luz rencorosa” o “farol de sangre”, mito con trascendencia en todo el planeta y que originó el nombre de esta isla, allá por el 1701.

En algunas épocas del año se suelen ver de entre las pedregosas y áridas costas del norte, o cuando los últimos rayos del sol iluminan las entradas de las cuevas y el intenso frío de la noche va instalándose en los lugares sombreados, una luz especial, un fuego demoníaco; producto de gases exhalados por cosas que se hallan enterradas que nadie ha visto jamás, de color rojo, que los antiguos lugareños llamaron el farol de sangre.

El día más propicio para verlos solía ser el 24 de abril ya que es cuando está más brillante la luz que se levanta del suelo y que, por creencia general, se debe a la influencia maligna, ya que popularmente estiman que es el único día en que Lucifer se ve libre de los detectives celestiales y puede hacer impunemente de las suyas.

Generalmente nadie cavaba donde salía la luz por el miedo que esta superstición les ha producido, los pocos que se han aventurado a ver qué hay abajo de la luz siempre han encontrado objetos metálicos o alfarería indígena, y nunca han regresado a sus hogares.
Únicamente en el año 1700 el Capitán holandés Von Strom que avizoró esta isla, se animó a construir un faro, ya que uno de su barco zozobró al no poderla ver entre la niebla nocturna, ya que no figuraba aún en ningún mapa.

Nos cuenta don Hipólito Roque Méndez que: La luz roja que aparecía cerca de la costa, intrigó al Capitán Strom, a quien le aconsejaron que no se acercara por los olores nauseabundos o si llegaba a ir, clavara un puñal y al otro día fuera a quitarlo, para ver si el puñal estaba, era señal de que podía pasar por allí y que el farol de sangre nada le haría...”pero rece mi capitán”, le decían, porque hasta ese momento nadie había vuelto a hallar el puñal, o lo hallaban roto como mordido, o manchado en sangre. De la luz roja huyan o recen el Rosario, se dice que es luz asesina, tentación del diablo.

El Capitán burlóse de esas supersticiones y provocando risueñamente más aún a los pobladores, decidió construir allí el Faro, todo rojo color sangre. Y así lo hicieron, un hermoso faro del que hoy no quedan ni vestigios, pero del que se decía que tenía oscuros túneles donde este Capitán encerraba sin aire ni comida a los que hablaban de temas supersticiosos. Parece ser, porque no hay fuentes seguras, que allí dentro murieron casi todos los pobladores de la isla. Lo curioso es que tanto los restos del faro, que fue destruido por un tsunami, como el Capitán Strom, jamás fueron encontrados.
Las luces rojas se siguieron viendo durante varios siglos, pero con el transcurrir del tiempo fue olvidada la historia y la leyenda se fue alterando, hasta creerse que esa luz roja que se divisaba en la orilla era el fantasma de un antiguo faro que una vez hubo allí, que era rojo teñido de la sangre de cientos de pobladores muertos. Los pobladores la llamaron la Luz Rencorosa durante mucho tiempo, porque creían que la luz guardaba rencor a esa extranjero por destruir el terreno para construir un faro en zona de exclusiva presencia y dominación suya.


Mito del ánimal sola


Era una creencia que hoy está casi olvidada. La representan como un animal con cabeza de mujer que padece tormentos en el purgatorio y recorre las costas con las manos atadas con cadenas a su vez atada a un perro gigante que cuidaba la entrada al infierno, que se situaba supuestamente donde hoy hicimos la réplica del faro rojo en nuestro parque temático.



Leyenda del Hombre-esqueleto

Entre las historias más espeluznantes que se contaban en la Isla de El Faro Rojo, podemos nombrar la del Hombre-esqueleto, cuyo alma vagabundeaba cerca de lo que hoy es donde se ubicará el proyecto de nuestra área de juegos. Esta leyenda data de aproximadamente el siglo XVIII, pero no podemos dejar de mencionar que algunos trabajadores del campo en la isla dicen ver merodear a este ser cerca del cementerio antiguo, hoy derruido, en el área actual de Hotel. La última noticia de su aparición es de 1997, antes de que llegara nuestra empresa a construir el emprendimiento.
Este hombre fue un hombre rico que perdió, repentinamente, toda su riqueza y se embarcó sin rumbo en su único barco que le quedó, la goleta “Octavius”, que zozobró en  1775. Según la historia, tanto él como sus tripulantes murieron buscando un paso por Sudamérica. Pero su fantasma desembarcó en la isla, convirtiéndose en esqueleto cada cierta noche. Lo más terrible era que a veces este fantasma se materializaba como persona normal y se mezclaba con la gente, pero una vez al iluminarlo con una vela notaron algo extraño en su piel, acercáronle una lupa y el terror se hizo dueño de todos en esa habitación, ya que a ojos vista su rostros empezó a pudrirse, su cara a deformarse y sus tejidos a caer, junto con un líquido negro y sangre, hasta quedar solamente una calavera. El olor nauseabundo lindaba con el desmayo. 



La transformación hubiera seguido en todo el cuerpo de no ser porque los presentes, campesinos del lugar, le arrojaron una lámpara de alcohol y lo quemaron inmediatamente. Todos huyeron despavoridos y no se atrevieron a volver sino hasta el día siguiente. En ese momento todos abandonaron la isla definitivamente.
¿Pero qué vieron para aterrorizarse de ese modo? Encontraron el farol con el alcohol lleno, en perfecto estado, colgado de la pared, y un esqueleto sonriendo burlonamente meciéndose en una silla que rechinaba terroríficamente. Sus ojos vacíos parecían tener vida, y ser mirado fijamente por ojos como esos nadie puede tolerarlo sin morir de horror.

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